viernes, noviembre 11, 2005

Dorothy, los venados y la infamia

Esa vez me fui corriendo de un árbol, camino de un costado de Dorothy, silbando esa canción infame, a ver si el mago nos concede todos los deseos. Luego me tiré al suelo porque pensé que se nos iba alguien, alguien parecía sin aliento en el suelo y mantener esa compostura que siempre logro sacar como de los pies para parecer todo en calma, todo bajo control... luego la tipa, que hace un segundo se estaba muriendo, se levanta del suelo, resucitada... riéndose, que había sido una broma y que todo el control se me va a la chucha... porque en esa época pasaba por periodos... en esa época tenía ciclos para el descontrol, para el desbande emocional y que ya tocaba y que dale, me voy a la chucha y tengo mi episodio más melodramático de la vida. Salgo corriendo porque no me aguanto las preguntas de "¿que te pasa?", salgo corriendo porque jamás he tolerado que me vean en el descontrol, en la muestra de vulnerabilidad, y detrás mio sale la cómplice. La oigo en mi espalda diciendome que pare... y claro, yo no paro, sigo corriendo, me meto por el campo, donde hay matorrales por todos lados, donde salto, como si estuviera huyendo de un fantasma anecdótico, uno de esos imaginados mientras se juega, con toda la histeria, con toda la necesidad de llegar a un lugar donde descansar sin que nadie me moleste, sin que nadie me acompañe.
Entonces aparece... un venado en el medio del campo... sí, un venado, o un ciervo, no se que era pero tenía de esos cachos que parecen cochayuyo sobre la cabeza, como esos maderos malolientes que lanza el mar y por medio segundo no me lo creo... siento a la complice que sigue mis pasos y retomo mi melodrama un poco alucinada por la visión, doblo hacia alguna parte, trato de esquivar al venado... y dale, me encuentro con la familia, ahí mismo delante mio, en toda su plenitud pacifica que no calza con mi dramatismo... con todas sus hermosas cabezas de cochayuyo café... demasiado para mí, trato de doblar nuevamente... y ahí mismo me tropiezo y caigo. Ya no tengo ganas de levantarme. La cómplice llega a mi lado, me toma la cabeza, y me recoge, espera horas conmigo, mientras termino de botar todo lo que los ojos me lloran. Al lado los ciervos caminan lento mientras comen pedazos de pasto y se quedan también a esperar a que termine. Me recogen la cabeza también y estoy imaginandome con Dorothy, con el piso amarillo, cantando una canción infame, tan absurda como yo, horas y horas, llorando sentada bajo la tierra esperando que llegue pronto y pueda volver a descansar.

1 Comments:

Blogger Unknown said...

Linda.
Que triste.
A veces deberias escuchar a esos venados, aunque nada tenga sentido, ni siquiera esto.

Creo que yo, por mi parte, nunca he sido buena complice. Aunque lo he intentado.

Besos, colorina.

1:33 p. m.  

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