Día
Un domingo no tiene demasiado tiempo… transita a través de la semana como que no quiere la cosa y todos los días se pega en el Viernes a mirar por la ventana, porque Viernes tiene eso que él nunca pudo tener, y que todos quieren y que él quiere. El Sábado tiene su mística, el Domingo se achaca porque es santo y la locura siempre cae a desfase en medio de sus frutas. Viernes sale a pasear en la semana y siempre va a la feria y cocina y prueba todos los sabores que en el norte no se encuentran más que en las casas de poder. Viernes piensa que se es tan feliz en medio del caribe y en los lugares perdidos donde no se necesita demasiado para producir manjar, desbande y siesta. Que por este lado hay sombreros que pesan demasiado, pero las opciones abundan y hay música, tornados en pequeña escala e imágenes de casas rodando por una cúspide en el aire. Domingo ve a Viernes y se enamora profundo, prefiere soñar en su día que es Viernes o que puede estar con él, que llega a su casa y corta los champiñones al ritmo de una bossa nova y un calor que más que aturdir, calienta. Domingo prefiere dormir en vez de celebrar. No es que sea fome, es que no puede y le resulta mejor ser meditabundo, melancólico y tremendamente conciente de la ausencia, que pretender celebrar cuando todos miran hacia el otro borde de la semana.