miércoles, noviembre 30, 2005

araña primera

La primera vez que tuve, la primera vez que soñé... vi un beso deshojado en la alfombra, desdibujando los témpanos que colgaban de mi piel... simepre los témpanos luchando con la braza.
te adore en silencio y fuiste un paje cantando a media tanda abrazada a todos tus juglares. Borrachos ellos servían un vino distante, fundido con oro y metal de tu boca... prendías velas para no ensordecerte y yo acechaba como un enano a medio filo entre la ruina y la victoria... que si te robé algún beso fue a preludio de otra boca y lanzadas alucinantes de humo que cargar a cuentas para no pagar de inmediato... que si te bese de atolondrada fue para dejar notas de ridículo en una bota de tu amante... ahora ido... yaciente debajo de otra nieve, alguien al que también amé, siempre de otra manera y marcada por un tierno pedazo de traición, algo propio de la adolescencia, eso que dolió porque su nombre lo anunciaba...
Me metía en una sábana para hacer de mis sueños una libélula atrapada... socorriendo un suspiro, transitando la calle avasallada por los rostros, cada quien con sus sutilezas... siempre la mía, surcida con arañas amigas, arañas arcanas aristocraticamente saladas y serenas en su devenir. Tú, mi araña primera, fuiste el primer vampiro que no quise desechar, a pesar de la hora, a pesar del sueño, a pesar de la ruina... tú mi araña mi primera, mi amada araña primera.

martes, noviembre 22, 2005

locura que yo adoro

estoy encima de un arbol, de un pino, porque ellos siempre te invitan a subir, y en una ducha de camping canto a todo pulmon la canción de he-man con nuevas variaciones en la letra... además de eso la gente me disculpa por colgarme en disertaciones muy antiguas, debajo de los bancos porque me creo rambo... estoy en la selva o en un gigante o baboseando por alguien, inlúcida, nunca he sabido disculparme sin sentir que voy a llorar, que si no, no es disculpa y sólo estoy conteniendo el huracán... me bajo del árbol y me dicen que me vieron, con un libro a punto de caer, a dos centímetros de un carro que pasaba... me salgo de la ducha y un gupo de señoras muy divertidas me aplauden con efusión... me duermo los ojos y ya no paro de soñar que estado durmiendo entremedio de las dos esferas, la mayor parte de mi vida.

miércoles, noviembre 16, 2005

vente


Una vez soñé que el desierto tenía alas y dos ojos que rompían las olas, más allá en cualquier otro horizonte. Lo soñé porque había perdido un sentido total para todo, porque en realidad había dejado de haber un todo... sólo partículas, las comisuras de una boa jadeante en mi oído y el hielo candente que me representaba cualquier ídolo hecho de piedra.

Soñé que tenía trenzas que jugaban a ser peces, a transitar sobre el agua como si fueran de fiebre, cuando mi amantes se habían extendido a otro eclipse de la tierra, a cubrir otro sol, yo, no, sé, y mi duda candente, siempre debajo de sus pies... no podía aún dejar de acariciarlas para hacer de algo bello el olvido... escribí mal y me hice de ciervos y pedazos de gusanos al fondo de una botella azul, en un habitación-puerta... para siempre tener el descreimiento que la mala escritura me llevaría a tener buenos críticos... alguien vino a mí y me roció de versos el pecho... nada ya tenía que decir, mientras otra mujer pensaba que había que escoger del ángel la caída, nada tenía que decir, porque me hacía de los pedazos que de ella vertía.

Aquí a veces me toca hacerlo mal, decir mal, escribir mal para esperar a los buenos críticos, aunque no lleguen, aunque cuando me lean se les congelen las manos, aunque se les congelen los ojos hacia otro lugar... aún así, yo sueño con tiempos feroces, me develo a mi misma en mi ausencia y en mi mediocridad... ¿quién me cuenta que esta mal?, y ¿por qué esta mal? Yo se de mi propia voz, la tengo instalada en el pecho.... que hay de ti que te escondes aún en esos discos grabados para recordarte... dime lo que piensas para yo poder seguir un trozo de futuro, hecho de tantos males para recordar, mantener el aterrizaje de que siempre he sido esto, lo que todos somos, pedazos de todo... nada absoluto, siempre una posibilidad.

viernes, noviembre 11, 2005

Dorothy, los venados y la infamia

Esa vez me fui corriendo de un árbol, camino de un costado de Dorothy, silbando esa canción infame, a ver si el mago nos concede todos los deseos. Luego me tiré al suelo porque pensé que se nos iba alguien, alguien parecía sin aliento en el suelo y mantener esa compostura que siempre logro sacar como de los pies para parecer todo en calma, todo bajo control... luego la tipa, que hace un segundo se estaba muriendo, se levanta del suelo, resucitada... riéndose, que había sido una broma y que todo el control se me va a la chucha... porque en esa época pasaba por periodos... en esa época tenía ciclos para el descontrol, para el desbande emocional y que ya tocaba y que dale, me voy a la chucha y tengo mi episodio más melodramático de la vida. Salgo corriendo porque no me aguanto las preguntas de "¿que te pasa?", salgo corriendo porque jamás he tolerado que me vean en el descontrol, en la muestra de vulnerabilidad, y detrás mio sale la cómplice. La oigo en mi espalda diciendome que pare... y claro, yo no paro, sigo corriendo, me meto por el campo, donde hay matorrales por todos lados, donde salto, como si estuviera huyendo de un fantasma anecdótico, uno de esos imaginados mientras se juega, con toda la histeria, con toda la necesidad de llegar a un lugar donde descansar sin que nadie me moleste, sin que nadie me acompañe.
Entonces aparece... un venado en el medio del campo... sí, un venado, o un ciervo, no se que era pero tenía de esos cachos que parecen cochayuyo sobre la cabeza, como esos maderos malolientes que lanza el mar y por medio segundo no me lo creo... siento a la complice que sigue mis pasos y retomo mi melodrama un poco alucinada por la visión, doblo hacia alguna parte, trato de esquivar al venado... y dale, me encuentro con la familia, ahí mismo delante mio, en toda su plenitud pacifica que no calza con mi dramatismo... con todas sus hermosas cabezas de cochayuyo café... demasiado para mí, trato de doblar nuevamente... y ahí mismo me tropiezo y caigo. Ya no tengo ganas de levantarme. La cómplice llega a mi lado, me toma la cabeza, y me recoge, espera horas conmigo, mientras termino de botar todo lo que los ojos me lloran. Al lado los ciervos caminan lento mientras comen pedazos de pasto y se quedan también a esperar a que termine. Me recogen la cabeza también y estoy imaginandome con Dorothy, con el piso amarillo, cantando una canción infame, tan absurda como yo, horas y horas, llorando sentada bajo la tierra esperando que llegue pronto y pueda volver a descansar.

miércoles, noviembre 09, 2005

gusano ebrio


Caminando dormida hacia una puerta gigante, esa como aquellos umbrales escalonados que cruza Emar cuando enloquece en su casa de campo, hablando con las arañas en una tina, viendo si descubre el lenguaje de ocho patas, un viaje desconocido (siempre es desconocido tu viaje), hacia el lugar donde hablas, donde ocultas lo que realmente piensas.

Una máscara es siempre un exceso. Toda la voracidad amarrada en riendas, espuma a la boca del caballo, beso a la boca de la estrella. Ella que no levanta ni un suspiro para justificarse.

Ella que nunca suspira.

El gusano ebrio brota de la pluma a todo segundo. Rompe la oleada visceral que desangra el pensamiento. Allí yo me tiendo:
el papel en la boca, derramado de mi lengua como una gota de circunstancia... allí los ojos llenos de universo y gatos ronroneando, allí el tiempo donde todo envejece sin mirada ni historia, allí donde el sol te silba el ombligo, allí donde el gusano es serpiente, y de noche criatura dulce y malhumorada, allí donde es imposible no mirar, un giro y el invierno marcado latente en todos los hombros y pies que has besado. Allí un pasillo sin final donde te veo en una esquina, huir hacia el centro. Allí...

...que el último beso siempre esta envenenado.